Julio de 1975
De acuerdo con lo asentado en el Acta Nº 08 de fecha 30 de julio de 1975, Eligio Beltrán comienza a trabajar como concesionario del Centro Vasco a partir del día 7 de julio de 1975. Hombre afable, siempre de buen humor, trabajó por unos años en el Centro hasta que le ofrecieron otra concesión en un centro social más grande. Chirgüeño, se vino a Valencia por la propuesta que le hicieran para trabajar con nosotros. Fue así como conoció a Fátima Valente con quien se casó y tuvo dos hijos.

Eligio y Fátima, jóvenes con muchas ganas de trabajar aprendieron del negocio de restauración desde cero; y gracias a los “tranquilos” niños y adolescentes del Centro Vasco aprendieron también que no se debe bajar la guardia un solo minuto. Sabrán porqué al leer los relatos extraídos del libro XXX Aniversario.
En aquella ocasión contaba Javier Ibarra:
“Recuerdo cuando Eligio tenía el bar. Ellos vendían las pelotas que traían de España y las exhibían como si fueren un chorizo. Eran seis pelotas de jugar pala, envueltas en mallitas como las que usan para vender duraznos. Un día estaba jugando con José Manuel Jayo y nos quedamos sin pelotas, porque era un frontón sin techo y se perdían. Pensamos en comprarle unas pelotas a Eligio pero no teníamos plata. Entonces decidimos buscarlo para llegar a un acuerdo con él. Resulta que Eligio no estaba pero las pelotas sí. Sólo había que cruzar la puertita de la barra y nada más. Así que José Manuel las agarró y nos fuimos a jugar. Eligio no se dio cuenta, pero quedó con la duda”.
Y también relata su hermano, Imanol:
“De la sede vieja recuerdo una vez que varios jóvenes fuimos de noche a la cocina, que ya estaba cerrada, nos robamos dos manos de cambures y nos comimos todo. Éramos tres o cuatro. Durante un tiempo, el que entonces era presidente del Centro Vasco estuvo detrás de nosotros queriéndonos cobrar las manos de cambures”.
Quesillo de… ¿Aceitunas?
En el mismo libro, se recoge lo que dijo Koldo Bilbao:
“Con relación a Fátima, hay muchos cuentos. Todos la queremos mucho y nos jugábamos con ella. Entre tantas cosas recuerdo un viernes que Julián y yo llegamos temprano al Centro Vasco para jugar pala. Fátima que acostumbraba consentirnos, nos invitó a la cocina. Ella siempre nos daba arepitas, refrescos o galletitas. En esa oportunidad nos sirvió un plato de aceitunas y se puso a cocinar. Una de las cosas que estaba preparando era un quesillo cuya mezcla puso sobre la mesa. Entonces se nos ocurrió echar las semillas de las aceitunas en la mezcla del quesillo, fueron como treinta. Nos fuimos a jugar y al rato escuchamos el grito de Fátima: ¡Koldo, Julián…! Nos dijo de todo. No era para menos. Cuando sacó el quesillo del horno y lo volteó, tenía todas las pepas arriba. Tuvo que quitárselas y quedó lleno de huecos.”
Relatos como estos hay muchos; ¿Quién nos cuenta otro?
Los invitamos a darle una ojeada a esta acta… ¿Qué otra cosita ven por ahí?

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